lunes, 9 de noviembre de 2009

El fuego cruzado entre Gerald Martin y Enrique Krauze

Imposible que no ocurriera. Gabriel García Márquez despierta pasiones: tiene fans incondicionales y detractores acérrimos. Así, era natural que la biografía de Gerald Martin generara polémica. La controversia se encendió en México. El historiador Enrique Krauze, director de la revista Letras Libres, publicó un ensayo sobre la relación de García Márquez y Fidel Castro, donde cuestiona el trabajo de Martin.
Gabriel García Márquez, a la sombra del patriarca es el título del artículo. Discípulo de Octavio Paz, Krauze acusa al biógrafo de ofrecer un retrato complaciente. Dice que en el libro casi no hay cartas y que sus entrevistados son "proclives en su mayoría al escritor. El efecto de esos testimonios puede ser literariamente eficaz, pero biográficamente dudoso", anota. "¿Escribió La hojarasca, su primera novela sobre Macondo, inspirado por aquel viaje con su madre a Aracataca?", se pregunta. Y ese viaje, "¿ocurrió realmente en 1950 y fue tan crucial para su obra como sugieren las memorias?".
Según Krauze, Martin ignora las críticas a la obra, así como descarta también "a los futuros críticos de su castrismo (Guillermo Cabrera Infante y Mario Vargas Llosa), atribuyéndoles un sesgo ideológico, motivos de amargura y una oscura envidia hacia el autor de la novela que, según Martin, 'es el eje de la literatura latinoamericana del siglo XX, la única novela canónica e histórica a escala mundial del continente'. El biógrafo convertido en secretario de actas del Juicio Final". Y más: Krauze afirma que "Martin pierde la distancia" y "no se separa del libreto oficial de García Márquez", al que acusa de complicidad "con la opresión y la dictadura" castrista.
Con el título La comedia intelectual de Enrique Krauze, Martin contestó a través de la misma revista. "Me desconcierta y me sigue desconcertando que, año tras año, un historiador de la talla de Enrique Krauze siga publicando exactamente las mismas cosas, desde exactamente los mismos puntos de vista, citando exactamente las mismas 'autoridades', pase lo que pase en el mundo externo (...). A Krauze uno lo lee para ver una versión exquisita y autoritativa del veredicto de los conservadores mexicanos sobre lo que pasa en el mundo -pero no para descubrir ideas o análisis nuevos". Krauze, agrega, "no es, cuando escribe en Letras Libres, un historiador, ni mucho menos un crítico: es un ideólogo".
Para Martin, Krauze está obsesionado con Castro. Utiliza su biografía, dice, para atacar a García Márquez y, a su vez, al líder cubano. "Una de las estrategias favoritas de Krauze es utilizar datos sacados de los libros que está reseñando como si fueran percepciones suyas sin revelar que esos son, precisamente, los datos que matizan los textos de aquellos adversarios". En este caso, "más de la mitad de lo que Krauze utiliza en mi contra son datos que yo utilizo 'en contra' de García Márquez". El biógrafo responde a las dudas del ensayista ("Sí, ese viaje ocurrió en 1950"), lo corrige ("García Márquez nunca ha enviado a sus hijos a colegios americanos") y le enrostra sus omisiones: entre ellas, que "García Márquez no es muy amigo de Chávez con todo y ser Chávez el mejor amigo de Fidel Castro". Dato que Krauze no menciona. "¿Por qué? Pues obviamente matizaría un poquito una historia que se quiere unívoca".
Latercera.com (6.Nov.09)

Letras y poder

Más allá de galardones y publicaciones, numerosos escritores se han involucrado con la política de su tiempo.
Con la reciente biografía publicada por Gerald Martin sobre el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, resurge de nueva cuenta el tema de la relación entre los escritores y el poder. El texto de más de 700 páginas del autor británico muestra la cercanía que tiene el colombiano con Fidel Castro, líder de la Revolución cubana, una relación polémica —que incluye banquetes, estancias en La Habana y numerosos privilegios— exhibida el mes pasado en revistas como Letras Libres, Nexos y Proceso.
Como respuesta al artículo que el mes pasado escribió Enrique Krauze en Letras Libres sobre la biografía condescendiente que Gerald Martin realizó sobre el escritor colombiano, el británico escribió una carta de respuesta dirigida a la revista mexicana. Bajo el título “La Comedia Intelectual de Enrique Krauze”, Martin señaló su desconcierto de que un “historiador de la talla de Enrique Krauze siga publicando exactamente las mismas cosas, desde exactamente los mismos puntos de vista, citando exactamente las mismas ‘autoridades’, pase lo que pase en el mundo externo (...). A Krauze uno lo lee para ver una versión exquisita y autoritativa del veredicto de los conservadores mexicanos sobre lo que pasa en el mundo -pero no para descubrir ideas o análisis nuevos”.El “tío Yeral” —como es conocido por los familiares de “Gabo”— señala en su texto, que puede leerse en el sitio http://www.letraslibres.com/index.php?art=14162, que Krauze está obsesionado con Castro: “Una de las estrategias favoritas de Krauze es utilizar datos sacados de los libros que está reseñando como si fueran percepciones suyas sin revelar que esos son, precisamente, los datos que matizan los textos de aquellos adversarios. Sólo leyendo mi libro (y lo que Krauze quiere es que nadie lea mi libro: su ensayo ha sido escrito para que nadie tenga la menor idea de lo que hay en mi libro y por eso él, su sombra, se interpone, como ha hecho tantas veces, entre sus lectores y el libro que está reseñando), sólo leyendo mi libro, repito, se darán cuenta los lectores cuidadosos del ensayo que se discute aquí que más de la mitad de lo que Krauze utiliza en mi contra son datos que yo utilizo ‘en contra’ de García Márquez. (En el mejor de los casos susurra que son datos que Martin ‘desliza’ o que ‘se le escapan’)”. Sin duda, sólo la biografía de Gabriel García Márquez ha podido generar semejante polémica, y Martin no ha dudado en afirmar que Krauze “critica a García Márquez por su ‘obsesión con el poder’ pero esto, nuevamente, es risible: lo que a él no le gusta es el tipo de poderosos que García Márquez busca (sin añadir el hecho, muy conocido pero no mencionado por Krauze, de que son los poderosos los que buscan a García Márquez, porque él también es un poderoso). ¡Seamos enteramente francos: quién no sabe que el mismo Krauze ha querido siempre estar cerca del poder! Miren su Curriculum Vitae. Miren sus intereses”.
Silvia Georgina Estrada
La Vanguardia (8.Nov.09)

martes, 3 de noviembre de 2009

Periodismo aguado

Para Krauze, la “reputación prístina de García Márquez en el mundo angloparlante no sobreviviría una traducción al inglés de su obra completa de periodismo”. García Márquez, dice Krauze en el ensayo “A la sombra del patriarca”, publicado en la revista Letras Libres y en The New Republic, faltó a la verdad en sus crónicas.

A pesar del tamaño de la afirmación sobre Gabo —el Nobel, el arquetipo del reportero de El Espectador, el fundador de la Fundación Nuevo Periodismo y de las revistas Alternativa y Cambio 16—, en Colombia ha tenido poco eco.
Krauze no sólo lo afirma, sino que lo muestra. Por ejemplo, en su crónica para Alternativa sobre Cuba en 1975, Gabo escribe que en la isla no existía “represión policial o discriminación de ninguna índole”. Esto a pesar de estar bien enterado de los campos de concentración para homosexuales, devotos religiosos y disidentes políticos. “Cuba de cabo a rabo”, el título de esta crónica, se adhiere, según Krauze, a un patrón en todo su periodismo político: “escuchar sólo la versión de los poderosos, contrarrestar (escamotear, atenuar, distorsionar, falsear, omitir) toda información que pudiera ‘hacer el juego al imperialismo’”. Desde la justificación de la ejecución de Imre Nagy, el líder de la insurrección en Hungría, publicado hace años en este diario, hasta la marginalización de la voz de los refugiados del régimen comunista de Vietnam en su crónica “Vietnam por dentro”.
Si el patrón del periodismo de Gabo fuera sólo de él, la crítica de Krauze podría ser archivada en los anaqueles de historia. Pero entonces aparece un artículo en la revista Cambio (primera ironía) sobre las críticas de Krauze y Paul Berman —del New York Times— a Gabo (segunda ironía) que hace pensar que el patrón está vivo.
Según Cambio, es “Imposible no ver detrás de ello [de las críticas] un discurso soterrado de corte neocon, corriente antiizquierdista de nuevos conservadores de Estados Unidos que... buscan imponer el modelo de democracia norteamericano a como dé lugar”. En esta muestra de periodismo activista la revista no se toma la molestia de considerar la naturaleza de las críticas antes de descalificar a los que las profieren. Y luego, en la descalificación, hace uso de generalizaciones falsas. Por ejemplo, sobre The New Republic, Cambio afirma que es un medio de “claro corte conservador”, sin tener en cuenta que la revista se precia de haber “inventado el uso moderno del término ‘liberal’”, según su editor Franklin Foer.
La crítica de Krauze, en cuanto habla del compromiso del periodismo con la verdad, es igualmente válida para las crónicas de Gabo y para las columnas de, digamos, José Obdulio Gaviria. Leerla como un ataque político es como cambiar la mirada del periodista por la vigilancia del propagandista.
Daniel Pacheco
El Espectador.com (2.Nov.09)

Debate Político-Literario en Ausencia Indígena


Hace tiempo que no leía una polémica de este nivel. Ni cuando, en un debate que se degradó tanto como el de Claudio Sánchez Albornoz contra Américo Castro, el primero lanzó a quienes llamaba, con su sexismo, “mis escuderas” a la caza y derribo de las que tildaba provocativamente como “las huestes castristas”, provocativamente porque ya existía el “otro” castrismo, en expresión también suya, ni siquiera entonces un debate llegó a mi juicio a niveles tan bajos. Ni el mismo mamotreto racista de Sánchez Albornoz “España, un Enigma Histórico”, publicado con financiación franquista durante un exilio en el que el autor era a la sazón Presidente del Gobierno de la República, se llega a ese nivel de bajeza moral e intelectual. No se me ocurre otra comparación que, con buena voluntad, pudiera dejar en mejor lugar el intercambio entre Enrique Krauze y Gerald Martin en la revista “Letras Libres” a propósito de la biografía de García Márquez publicada por el segundo. ¿Algo en común? El racismo criollo contra indígenas. Veamos.
En el debate entre Martin y Krauze, al uno, a Martin, creo que le pierde su devoción incluso contra evidencia; al otro, a Krauze, su displicencia tampoco muy respetuosa con méritos y deméritos acreditados. El resultado del encontronazo es previsible y comprobadamente el del peor maniqueísmo. Aprecio la habilidad literaria de Krauze para disimularlo con cierto estilo, pero él es quien marca el escenario de un desencuentro buscado. Y lo digo no sólo a afectos políticos, sino también literarios. ¿Se puede seriamente tomar como canon crítico, según hace Krauze, un par de puyazos envidiosos de Borges y de Vargas Llosa contra el éxito espectacular y apabullante, Premio Nobel incluido, de García Márquez? El primero, Borges, lanzó su puyazo al menos con sentido del humor, pues lo que dijo es que a los cien años les sobraban unos cuantos.

Y a efectos políticos, ¿cómo se pueden contraponer tan categóricamente como hace Krauze las posiciones del autor de los “Cien Años de Soledad” y del constructor de “Conversación en La Catedral”? Cito estos dos libros y no otros porque, caso raro en mi memoria personal, recuerdo bien cuándo, en qué circunstancias, entre qué compañía y con qué admiración los leí. Es difícil olvidar el “¿Cuándo se jodió el Perú?” de Zavalita, quiero decir de Vargas Llosa, quien luego demostraría con creces hasta qué punto carece de respuesta. En mi caso, aquellos eran tiempos de plena dictadura franquista, reduplicada además por hallarme en periodo de servicio militar obligatorio, y todo ello, leído en España y en dependencias militares a escondidas, alcanzaba una resonancia mucho más potente, si esto cabía. Sólo más tarde comprobé que es difícil superar la que tuvo y mantiene la pregunta de Zavalita en el propio Perú. Alan García, ahora apoyado por gentes como Vargas Llosa y el mismo Krauze, sabe algo, bastante, de por qué la pregunta hoy resuena más grave.

Pues bien, a efectos políticos, hay algo en común entre ambos escritores, entre García Márquez y Vargas Llosa, y esto es la inconsistencia e irresponsabilidad de los términos como se explican y justifican en tal terreno, el político. No es más responsable y consistente Vargas Llosa porque más se prodigue. A efectos de debate intelectual como el que se plantea entre Martin y Krauze, creo que ese rasgo en común resulta más significativo y alcanza un peso superior que la polarización aparatosamente extrema entre las posiciones políticas de referencia para el uno y para el otro, la castrista sin comillas de García Márquez y la neoliberal sin matices de Vargas Llosa. Y esto es algo que contamina el entero debate entre quienes se comportan realmente como escuderos, entre Krauze y Martin, Martin y Krauze.

Una última apostilla. En el afán de Krauze por descalificar a García Márquez no sólo en el terreno político, sino también, aun en inferior medida, en el literario, frente a la aseveración de Martin de que “Cien Años” es el retrato definitivo en el que América Latina puede reconocerse a sí misma, replica este crítico que mal puede serlo pues le falta, junto a “la religiosidad católica”, “la dimensión indígena”. Cierto es, pero ¿cómo y sin más explicaciones, con cuánta desfachatez, puede permitirse apuntar esto un enemigo jurado de los derechos de los pueblos indígenas como el propio Krauze?

Cabe añadir que Gerald Martin elude responder sobre el punto de la ausencia indígena y quizás con sus razones para la complicidad. Si hay otro rasgo en común, éste bien sustantivo, entre García Márquez y Vargas Llosa, más disimulado por el primero y más manifiesto por el segundo, es el del proverbial e incombustible, fuertemente arraigado y absolutamente insensible, racismo criollo. Mi admiración de joven se resiente desde luego por la constatación de adulto.
Nota: Gerald Martin, Gabriel García Márquez: A Life, se ha publicado primero en inglés (Bloomsbury y Borzoi, 2008, distribuido en América desde mediados de 2009) y acaba de aparecer en castellano (Gabriel García Márquez. Una Vida, trad. de Eugenia Vázquez, Vintage y Debate, 2009). Enrique Krauze se ha apresurado a publicar su crítica descalificatoria antes de la distribución de la versión en español. Lo ha hecho en la revista de su dirección “Letras Libres”, número del mes de octubre de 2009, en cuyo sitio web puede igualmente encontrarse el debate con Gerald Martin, también entre precipitaciones de las que éste se queja. Simultáneamente, la crítica de Krauze aparece vertida al inglés en “The New Republic”, número del 23 de octubre de 2009, edición en la que se jacta de dar a conocer al mundo anglosajón noticias sobre García Márquez que Martin, tras su trabajo para la biografía de cerca de veinte años, habría deliberadamente ocultado. Krauze se sirve de lo aprendido de Martin. Tal es la tónica. Tal, el nivel.


Bartolomé Clavero

Debate político-literario (31.Oct.09)

La realidad y la rabieta




El tonante arrebato de furia del Sr. Gerald Martin, autor de Gabriel García Márquez: Una vida, no es tanto contra un artículo titulado “Gabriel García Márquez, a la sombra del patriarca” que publicó Enrique Krauze en Letras Libres, como contra Enrique Krauze.


Más allá de las conjeturables virtudes y vicios de su libro, que temo desconocer, observo algunos ingredientes en la ira del Sr. Martin que me resultan intrigantes.

Enumero algunos: que la extensión de una crítica es expresiva de la pertinencia de la crítica.


O bien, que entre la aparición de un libro y la publicación de una crítica debe transcurrir algún tiempo mínimo. En caso de que la crítica venga de un crítico "conservador" (sic) y el libro sea progresista (o el antónimo que prefiera el Sr. Martin), este tiempo debe ser aún más prolongado.

O bien, al leer una crítica, el autor criticado debe ponderar la nacionalidad, la profesión, la genealogía intelectual y la inclinación política del crítico, pues sólo así el autor criticado pondera el “verdadero” sentido de la crítica y puede ya otorgarle, o no, pertinencia.

Que la crítica de Krauze haya sido la más extensa de las que han aparecido (casi todas positivas, señala el Sr. Martin) le incomoda, y que su libro “a ninguno le haya importado tanto como a Enrique Krauze” lo saca de sus casillas. Parecería que al Sr. Martin lo que le gusta son las críticas breves y positivas pero, sobre todo, parece importarle que a sus autores no les “importe tanto” el libro. ¿Será una broma?

La cantidad de “precioso tiempo” que un lector dedica a un libro es, creo, un asunto que sólo atañe al lector. Pero a lo que se colige, el Sr. Martin primero se irritó porque la crítica apareció demasiado pronto y después se enojó porque el crítico le dedicó “semanas” a su libro. ¿Será otra broma? Que un lector, o crítico, o historiador, o pensador, o estudioso conserve sus puntos de vista a través de los años le resulta “desconcertante” al Sr. Martin. Curioso. A este señor, apasionado de la medición del tiempo, le encanta repetir en estos días que promociona su libro que su factura le tomó diecisiete años. Ignoro si esa cifra sea un aliciente para leerlo, pero en todo caso habrá que suponer que lo que pensaba en el año tres de la redacción será criticado en el año siete, y que lo que sostiene el capítulo cuatro será negado en el ocho.

Aunque como el Sr. Martin también parece afecto a lanzar etiquetas, y la que le ha tocado a Krauze dice “conservador mexicano”, quizás habrá que suponer que los “conservadores” deben cambiar de opinión semestralmente, mietras que los progresistas (o el antónimo que el Sr. Martin elija) pueden conservar sus mismas opiniones durante –digamos— cincuenta años (sobre todo si son dictadores latinoamericanos).

Si esas son las categorías y etiquetas ideológicas que el rigor analítico del Sr. Martin puso en práctica durante los diecisiete años que le tomó redactar un libro que tiene como trasfondo a la América Latina, siempre queda la esperanza de que esté muy bien escrito.

Fidel Castro –dice el Sr. Martin- es una de las “grandes obsesiones” de Krauze. Al parecer, cualquier persona cuya susceptibilidad incluya renuencia a que una persona se convierta en propietaria de un país durante cincuenta años, presenta calidad de obsesionado. La obsesión con un dictador, al parecer, sólo puede durar un par de años y sólo adquiere mérito si se encuaderna y vende muchos ejemplares. Por lo pronto, el Sr. Martin diagnostica que mostrar “hostilidad muy particular” a un dictador como Fidel Castro es monopolio de “la derecha intelectual mexicana, dentro del contexto latinoamericano en general” (sic). ¿Es otra broma?

El previsible recurso al adjetivo “lacayo” (tan clasista y tan escasamente bolivariano) no tarda en supurar. Es un adjetivo que no está en Krauze, pero a través del tiempo lo adivina el Sr. Martin. “¿De quién es lacayo Krauze?” se pregunta. Al no encontrar respuesta, traslada la tarea de hallarla a toda una patria: “los mexicanos lo saben”. Se deberá entender que, al redactar, el Sr. Martin no tuvo un mexicano a la mano.

Al terminar su primera respuesta, titulada “La comedia intelectual de Enrique Krauze”, escribe el Sr. Martin:

"Krauze es, realmente, es (sic) un propagandista cuyo objetivo es evitar que el país progrese y que sus multitudes sean beneficiarios de sus propios esfuerzos."

Eso es "realmente" Krauze en la noción de "realidad" que ostenta el Sr. Martin. Un juicio curioso. Pinta realmente al Sr. Martin, pues viene de su pluma (que debe ser tan real como él): un intelectual latinoamericano que ose críticar las dictaduras populistas en América Latina, finge ser un crítico, pero en realidad es un propagandista cuyo objetivo es "impedir que su país progrese".

Este dogma de fe del sentimentalismo es cómico. Quizás aprovechando sus poderes oraculares podría el Sr. Martin preguntarle a la realidad (con la que tan buena relación parece tener) por qué sería así. Más allá de que la respuesta pueda ser que “los mexicanos lo saben”, ¿qué ganaría Krauze con que su país no progrese?

Sería interesante que este vocal de la realidad contestase, si bien temo que a estas alturas la realidad ya le habrá dicho (“preemptivamente”) que sólo finjo no saber. Pero como se infiere del párrafo citado, la realidad es tan generosa con él que para revelar sus más recónditos secretos al Sr. Martin le basta con hablar a su nombre.

Y luego acusa a Krauze de haberse pasado “más de treinta años cómodamente atrincherado (sic) en revistas conservadoras (sic) rodeado de amigos e incondicionales.” (Eso de que han sido años “cómodos” se lo habrá dicho la realidad.) Es claro que ignora el papel que las simpatías y los magisterios juegan en los procesos generacionales modernos, así como la importancia que las revistas que esas generaciones fundan tienen en la historia de las ideas.

En fin. Como dice el Sr. Martin, destilando hiel ante el nombre de la revista Letras Libres, “sinceramente es para reírse”. Una sinceridad que es imposible poner en tela de juicio.

(NOTA: Este comentario, escrito en la tarde del 29 de octubre de 2009, suma 5,197 caracteres y fue escrito en 23 minutos y 12 segundos, tiempo durante el cual quien lo firma no cambió de opinión.)


Guillermo Sheridan

El Minutario, Letras Libres (30.Oct.09)



Gerald Martin responde a las críticas del mexicano Krauze

Gerald Martin, biógrafo del escritor colombiano Gabriel García Márquez, en diálogo con La W reconoció el terror de fracasar con la publicación del libro titulado “Una Vida”.
Esta biografía tolerada, que tomó 20 años, contó con independencia total porque Gabriel García Márquez no le exigió nada, ni impuso condiciones ni pidió leerla antes de su publicación.
Martin también se refirió al artículo del mexicano Enrique Krauze, en el que hace fuertes críticas a la Biografía, e incluso asegura que Martin pierde la distancia, cae en el tono de reportaje social y omite críticas. Ante la crítica Gerald Martin respondió: “Cada loco con su tema, Enrique Krauze no leyó mi libro para ver qué le pasa a García Márquez en la vida, lee el libro para ver qué digo yo sobre Castro, y si yo no le dedico 20 páginas a demoler el mito de Fidel Castro, entonces el libro está mal”. Calificó de simpático la forma en que le da publicidad al libro antes de su llegada a México y aseguró que no lo toma en serio.
Reiteró que Enrique Krauze es un historiador peor cuando se trata de Fidel Castro y sus amigos, pasa a ser un ideólogo.
Adriana Álvarez Uribe
W Radio (Colombia, 27.oct.09)

El biógrafo de "Gabo" destaca los inicios en la poesía como sustento de su grandeza

Después de 20 años de entrevistas y un riguroso acercamiento al personaje, el británico Gerald Martin presentó ayer en Bogotá la biografía en español del nobel colombiano Gabriel García Márquez, y destacó que los coqueteos con la poesía en su juventud, reforzaron su grandeza como novelista.
"Si 'Gabo' es el novelista más grande de América Latina de este siglo es porque viene de un país de poetas y esa poesía está detrás de todo lo que escribe", reflexionó Martin, quien recuerda en el libro "Una vida" que el escritor compuso numerosos versos durante su época de formación.
El biógrafo comentó que el nobel "es tan perfeccionista que durante años negó haberlos escrito".
Por su lado, el poeta bogotano Gonzalo Mallarino, conocido como su "primer amigo" en la capital colombiana, recordó que esas composiciones servían para las conquistas de todos los compañeros.
Mallarino contó que durante las clases en el colegio de Zipaquirá, al norte de Bogotá, García Márquez escribía sonetos y "se ponía muy serio, como tomando apuntes".
El libro escrito por Martin ya fue presentado en Madrid y en México, donde reside el nobel colombiano. El británico recibió encendidas críticas por parte del historiador y escritor mexicano Enrique Krauze, quien tildó la obra de Martin de demasiado "admirativa".
"Nadie sabe lo que 'Gabo' me contó, lo que él quería que se contara y lo que no está contado", espetó Martin, quien agregó que después de la publicación del libro en inglés, el nobel le dijo que hubo cosas que no le gustaron e interpretaciones que le hirieron, pero que entiende que las escribió con cariño.
"Yo era consciente de que escribir una biografía desde una perspectiva puramente tradicional británica era un error y traté de utilizar la cercanía y el enorme privilegio que he tenido al estar con Gabo y desarrollar este cariño que me une a él", dijo.
Y es que, según dijo, la vida de García Márquez es "una suerte de aventuras, una novela picaresca, un cuento de hadas, es una historia tragicómica".
Agencia Efe (30.Oct.09)